“EL REY SE VE OBLIGADO A DEFENDER SU PAPEL FRENTE A LOS ATAQUES DE ULTRAS Y EXTREMISTAS”


El Rey se ha visto empujado a reaccionar frente a los ataques que le dirige la extrema derecha desde la cadena de los obispos, y organizaciones nacionalistas radicales. Con el conocimiento previo del gobierno, Don Juan Carlos aprovechó un acto público en Oviedo para defender “el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España en el marco del modelo de monarquía parlamentaria que sustenta nuestra Constitución”.

Todo comenzó tras el secuestro de la revista “El Jueves” por la publicación de una fotografía de los Príncipes de Asturias manteniendo relaciones sexuales. Después, actos como la quema masiva de fotografías del monarca, o la propuesta de los republicanos catalanes de quitar al Rey la jefatura máxima de las Fuerza Armadas fueron utilizadas por los medios de comunicación afines a la derecha como arietes contra el gobierno socialista.

A la vez, desde la cadena COPE se mantiene durante algunas semanas una postura que establece la necesidad de que Don Juan Carlos abdique, mientras el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Antonio Cañizares, representante del conservadurismo más extremo, ha llegado a pedir que se rece por el Rey, “que tantas injurias ha recibido”.

Menos oración y más determinación a la hora de expulsar de su cadena de radio a “talibanes de las ondas” como el periodista Jiménez Lozanitos, que ya está bien de tanto rezar y tan poco trabajar.

Para colmo, Luís Herrero, eurodiputado del PP y colaborador de esa cadena de infamias gratuitas, acaba de publicar un libro en el que, aparte de traicionar a su supuesto amigo Adolfo Suárez, asegura que el ex presidente se planteó la posibilidad de pedir la abdicación del Rey por supuestos escándalos económicos. Resulta absolutamente rechazable esta actitud llevada a cabo por Herrero, y más cuando, por desgracia, Suárez no está incondiciones de trasladar a la opinión pública su versión de los hechos relatados en el libro por estar, como todos sabemos, gravemente enfermo.

Hasta ahora, he sido de los que estaban de acuerdo con la postura gubernamental de que las protestas contra el Rey eran minoritarias e intrascendentes. Ayer, sin embargo, la intervención del monarca en Oviedo era conocida y respaldada por La Moncloa. Posteriormente, las ejecutivas de los dos grandes partidos nacionales apoyaron con pronunciamientos públicos las palabras del monarca.

No es la primera vez que Zapatero se ve obligado a dar un toque de atención a tenor de los acontecimientos, puesto que hace unos días aprovechó una rueda de prensa junto al presidente ruso, Vladimir Putin, para dejar claro que “no debemos dar pábulo a esos grupos radicales que no saben defender sus ideas de otra manera”. Para ello, “lo mejor es no entrar en un debate que no tiene apoyo en la opinión pública ni en la representación política de los españoles”.

El Gobierno insiste en la conveniencia de cortar este debate, pero no oculta su contrariedad por la actitud irresponsable del PP, que ha aprovechado la irrupción de los grupos minoritarios antimonárquicos para responsabilizar, cómo no, al presidente Zapatero de su presencia. Los estatutos de autonomía, el terrorismo, las muertes de los soldados españoles destinados en misiones en el extranjero, las banderas y, ahora, la monarquía, todo vales al Partido Popular para fabricar la imagen de una inexistente España caótica, en la que ellos se ofrecen como salvadores.

Es de agradecer que desde ERC se haya recuperado el sentido común y, por boca de su Secretario Gral., Joan Puigcercos, se haya instado a acabar con esta falta de respeto que supone la quema de fotografías de los Reyes para las personas y las instituciones del Estado español.

Aunque no albergo la más mínima esperanza, sólo nos queda soñar con que desde algún estamento de la Iglesia Católica en España, se den cuenta de que mantener en un micrófono de su cadena a enfermos mentales como Jiménez Losantos y algunas personas más, solamente sirve para lastrar la imagen de la institución como tal, y para permitir que dicho periodista sacie cada mañana el odio visceral que le corre por las venas ante todo aquello que evoque a ideas progresistas y de izquierdas, aprovechando el escaparate que le brindan