“EN TIEMPOS DIFÍCILES, MAYOR COMPROMISO”




La ola esperanzadora del posible cambio puede con todo. Nos esperan días importantes donde debemos responder, porque ahora sí, la ocasión lo merece. Los jóvenes, estudiantes, trabajadores, personas independientes que luchamos ilusionadas por un futuro mejor para todos, tenemos que saldar nuestra deuda con aquellas personas que, con su lucha a lo largo de la historia, nos hicieron ver que las personas jóvenes podemos y debemos ser el barómetro del estado de la sociedad, del clima reinante en la calle.

Los estudiantes protagonizaron el Mayo del 68 en París, en el 89 cuestionaron en Tiananmen el Gobierno de la República Popular China, y aquí, en España, algunos adultos viven con el orgullo de haber recibido algún golpe de la temida policía represiva del régimen franquista, los llamados grises, acusados únicamente de no pensar como estaba establecido, intentando calmar con sus gritos sus enormes anhelos de libertad.

Lo que ocurre en las aulas, en los centros juveniles, en las reuniones de pandilla, ha sido desde siempre síntoma de lo que ocurre en la sociedad. ¿Por qué no recuperar ese clima?.

Días atrás, hemos sido testigos de unos infames crímenes en una Universidad del Estado de Virginia (Estados Unidos), asesinatos que revelan el profundo descontento de una sociedad que vive en crisis, donde se convive con una tolerancia total a las armas, ya sean en el ámbito cotidiano, o de sofisticación extrema, para acudir en busca de terroristas o para aniquilar al extraño que pisa las flores del jardín, armas reales o ficticias, de destrucción masiva y de masiva injustificación, y donde los principios con los que se abandera la lucha resultan, bajo mi punto de vista, manifiestamente equivocados: “el hombre, por ser hombre, puede con todo y debe buscar el éxito a toda costa”. Rotundamente falso. El hombre necesita al resto de hombres para vivir, aprender, avanzar, mejorar, crecer y madurar. Abandonemos el camino de la exaltación de la individualidad y tomemos la bandera de la socialización, mirando al vecino como una oportunidad de enriquecimiento, de fusionar las virtudes comunes para juntos elegir el camino del futuro, abandonando en la cuneta las etiquetas amenazadoras que, casi involuntariamente, ponemos a todo aquel que no piensa igual, ni habla en la misma lengua, ni procesa la misma religión.

Afortunadamente aun estamos lejos de Virginia, pero seamos conscientes de que aquello que marcará los límites será la calidad y el positivismo que imprimamos en la sociedad que construimos única y exclusivamente viviendo. Viviendo como todos sabemos vivir.

Si así fue en Washington en el año 67, en Praga en el 68, en París, Chile, Argentina, o en España tras el año 75, si ya tenemos las bases e ideas, la palabra y la libertad, porqué no pasar a la práctica, porqué no enseñar a nuestros hijos, amigos, vecinos, compañeros, y sobretodo, a nuestros enemigos, que siempre que alguien armado se enfrenta a un desarmado, a un indefenso, es éste último el más poderoso de los dos porque con su miedo está lanzando al viento sus ansias de paz.

En nuestro país vivimos con el lastre terrorista sobre nuestras cabezas durante ya 40 larguísimos años, sufriendo ante cada persona inocente que tenemos que despedir, y aun así no logramos coincidir, ni unir nuestras blancas manos en señal de protesta y en defensa de los más bonito que tenemos como seres humanos: la vida en paz.

El paso de los años nos ha mostrado el camino, nos ha enseñado que siempre que apretamos juntos los dientes, el triunfo ha terminado por dejarse ver, y por esto hoy no nos queda excusa alguna para no levantar y apretar nuestros puños ante los que sólo saben apretar el gatillo con su corazón colmado de cobardía.