"ZAPATERO MARCA UN GOL A LA INCERTIDUMBRE Y OTRO A LA MALEDICENCIA POPULAR"
El fantasma del corralito, que se sufrió el año 2001 en aquella Argentina paupérrima, heredera del presidente ultraliberal Carlos Menem –que tan fluidas y cordiales relaciones mantuvo, por cierto, con José María Aznar- parece recorrer estos días España. También, probablemente, recorre otros países europeos. Hay pánico, más o menos contenido, en amplias capas de la sociedad, sobre todo entre las clases medias y los trabajadores de cierta edad. La gente teme, con fundamento, que el vendaval de la crisis económica vaporice sus ahorros, conseguidos tras décadas de esfuerzos y de honradez.
Lo que sucedió de Argentina constituyó entonces un severo aviso, que muchos no escucharon o no quisieron escuchar. Siete años más tarde, el corralito, o su sucedáneo, revolotea por los países más desarrollados y potentes. Los Gobiernos han visto las orejas al lobo. No hay Gobierno que resista la volatilidad financiera, si la coyuntura acaba devorando los ahorros de millones de ciudadanos. España tiene una notable tradición de crisis bancarias.
Gestiones incompetentes:
En este país, hace años, se hundieron bancos y otros salieron muy tocados como consecuencia de gestiones incompetentes o incluso delictivas en determinados casos. En los últimos tiempos, sin embargo, los procesos de unificación –incluidas algunas cajas de ahorro- han logrado una mayor dosis de estabilidad, de robustez y de eficacia.
El Banesto de Conde:
Las pesadillas de Banca Catalana o del Banesto funambulesco de Mario Conde –entre otros episodios similares- han desaparecido. A día de hoy, las palabras pronunciadas ayer por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ajustan a la realidad: “Si hay algún sitio en el que los ahorros están a salvo es en las entidades financieras españolas”.
En el peor de los supuestos:
Zapatero ha ido aún más lejos. Ha decidido doblar la cantidad mínima -50.000 euros-, aprobada por todos los ministros de Economía de la UE con el fin de reforzar la garantía de los depósitos en caso de quiebra bancaria. Los ciudadanos españoles saben que –en el peor de los supuestos previsibles- dispondrán de 100.000 euros, al menos.
La situación, delicada:
El presidente no se ha equivocado. Ha visto puerta y ha marcado un gol a la incertidumbre y al miedo. Otro gol lo ha marcado en la portería de los profesionales de la maledicencia, no pocos de ellos dirigentes del PP. La medida adoptada por el Gobierno trata de fomentar confianza. La situación es delicada, pero no letal. Blindada hasta cierto punto la retaguardia –mediante la garantía básica de los depósitos bancarios y también gracias a potenciar los subsidios de desempleo-, el objetivo ahora debería ser crear el mayor número posible de puestos de trabajo, entre otras razones para erradicar el pesimismo creciente, y por supuesto lógico, que se ha apoderado entre los asalariados.
El Ministerio de Trabajo:
En este capítulo, el Ministerio de Trabajo, por otra parte, debería extremar las cautelas legales ante el hecho evidente que algunas empresas -españolas o extranjeras radicadas en nuestro país- que están cerrando o despidiendo trabajadores a granel, se amparan en la coartada de la crisis para cometer abusos laborales. Mientras no pocos trabajadores se van a la calle, se desconoce que el Ministerio mencionado haya abierto expedientes u otras vías legales para esclarecer qué está ocurriendo de verdad en tales empresas. Y si lo está haciendo, que lo pregone. No basta con tranquilizar e inyectar confianza a los empresarios. ¿Y, entretanto, los trabajadores, qué, Sr. Corbacho?
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